As Murallas de Lugo con mi libro Dos en el Camino




Achégate ás murallas
se ten dez portas abertas,
en verdade non o perdas
atrévete a visitalas.

De Aguirre e a do Cárcere
San Pedro e da Estación,
entre elas Deputación
a Falsa e San Fernándo.
A Nova e a do Hospital
Porta Miña e a de Santiago,
cinguindo este conxunto
ó sacramento coa Catedrál.


Bernabé Castedo

Dos en el camino por Chiado Editoriál



Un trozo de tales contenidos

Y de esta manera, se fue haciendo esta tierra inundada
de leyendas de meigas, que si no creas en ellas, haberlas
háilas. Con esas frondosidades de sus castaños centenarios
de recias ramas, repletas de historias interesantes de
caballeros en el camino del apóstol. Esos templarios a
modo de guardianes del peregrino, que pasaron haciendo
posteridad, para que nosotros en este siglo podamos verla
para inquietarnos con sus andanzas.
De esta manera se hace Galicia
pero en ella, Lucus Augusti,
única en la Ibérica península.
tierras del emperador
erguidas piedra a piedra
encierra a su alrededor,
surge con supremacía
la ciudad del Sacramento.
Desde los Irmandiños
hasta María Castaña,
es lugar donde se explaya.
de obispos y señoríos,
tantos que en ella vivieron,
fueron haciendo que este lugar,
no sea mejor ni peor,
si no, algo diferente.
Marco del apóstol camino,
así es Lugo, paso de peregrinos.
Ahora ya ellos solos, es decir, Joaquín y Pelicas,
discurren por aquel lateral de la muralla en dirección a la
calle San Pedro, bajando por la misma y se adentran en
el casco urbano. Allí el de tierras altas entra en aquella


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BERnABé CAStEDo
zapatería para tratar de hacer el trueque de calzado, por
algo más dócil, como son aquellas botas de material que
están en rebajas, empleando así los primeros cuartos del
viejo de triacastela. Mete los zuecos en el morral que le
diera su hermano de la mili, ya que Joaquín había sido
excedente de cupo, y sale a la calle con éstas ensartadas
en sus extremidades inferiores. A la derecha se topa
con calle norias, en donde adosada a una fachada hay
constancia del pueblo de Lugo en su recuerdo, a la
estancia de Rosalía allá entre los años mil ochocientos
sesenta y cuatro al mil ochocientos sesenta y ocho, de lo
que se emociona el pensar que tal personaje haya vivido
allí mismo.
Siguiendo por la misma, entra en la farmacia en
donde en un escueto escaparate se puede leer:
Entre los buenos remedios
para el curar de los males,
es amarse entre las gentes
contra los malos pesares.
Que el amor lo hizo “él”.
como si fuera un pincel
para calmar las maldades.
Allí le atiende un amable dependiente de farmacia
el cual pregunta a Joaquín.
— ¿Qué desea el caballero?
— Poca cosa, total unos sencillos caramelos de
eucalipto para dar frescor al camino.
— ¿Por casualidad está usted de paso, o es
peregrino? — indaga el susodicho.
— Pues las dos cosas, ya llevo unos cuantos kiló-
metros puestos, vengo desde los Ancares.
— Muy buena zona, en esa parte nació mi abuelo a
donde acudo siempre que puedo, donde se come muy
bien, y que siga siendo así por mucho tiempo — expone
el despachante.
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DoS En EL CAMIno
— Y que los dos lo acordemos por mucho más ¿no
le parece? — añade el de las Ramas.
— totalmente de acuerdo — apostilla el auxiliar.
En aquel preciso momento, un tipo con aspecto rudo
de los que quedan varios por ahí sueltos en este tiempo,
se le acerca al dependiente de productos para la salud, y
le impone:
— ¡Eh tú, muchacho! Dame el mejor cepillo de
dientes que tengas en la farmacia con su pasta que le
acompañe, pero el mejor — le recalca el demandante.
A lo que el dispensador asiente en lo solicitado va
en busca del artilugio para la higiene dental junto con el
material preciso. En pocos segundos de vuelta le expone.
— Aquí tiene, son quinientas cincuenta — le
advierte el dependiente
— ¡Hostias! Pero esto es muy caro — repone el
demandante.
— Usted me ha pedido el mejor — le recuerda el
vendedor.
— ¡Mira... ! Mejor lo dejo, me seguiré limpiando con estropajo y jabón.




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