Somos lo que consumimos
A medida que una sociedad democrática
denota una cierta madurez, esta debería ir pareja a una evolución del
entendimiento de las letras como cultura, evitando de este modo que manifieste
ese estado de dejadez en el que hemos caído. Pues los creadores de tal
maquinaria del poder, han preferido ignorar estos valores, creando otras
metamorfosis cama-leónicas, sin importarles demasiado la literatura o cultura de
un pueblo. Lo que más interesa es ese imparable consumismo exacerbado de
lo fácil, preocupándoles más que este país consuma ignorancia a diario,
para en cierto modo enriquecerse de otras artes. De ahí que el pueblo llano,
siempre estemos a merced de lo que el destino quiera hacer con nosotros, permintiéndoles lo que podrán dilapidar. A lo que si esos caudales que se quedan
en los rincones privados, se invirtieran en activar la cultura, seguro que en
determinado momento, también recaerían en beneficio de ellos mismos, para
contrarrestar en lo posible, el ser enfermos en conocimientos. Aquí lo que
interesa es tener dopados con fútbol como el opio del pueblo, declarado
como el primer interés cultural. Pero eso sí, se debe grabar la
música y incluso las letras con un buen valor añadido para frenarlas de raíz.
Y como la avaricia es un mal endémico tan
difícil de erradicar, prefieren seguir extendiendo esos nubarrones del
confusionismo, evitando de este modo, el progreso en ese arte por la lectura e
escritura. De modo que aprovechando ese río revuelto, siempre será ganancia
para pescadores de lo ajeno, y así como cuales hormigas manoseando a sus
pulgones, es el modo más apropiado para que estos suelten su codiciado néctar, para unidos todos al derroche sin control, activarán la cadena del consumismo que
interesa, sin importarles una leche que sus habitantes sigan en la inopia. Por ello es evidente, que somos lo que consumimos, denotando ese colesterol de letras que se pegan al intestino del conocimiento
sin dejar que este fluya adecuadamente.
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